En “El inmortal”, Jorge
Luis Borges escribió: “En breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos”.
El cuento, que en su primera versión se tituló “La ciudad de los inmortales”,
invoca la escritura como un tránsito por la
tradición y el pasado, como un viaje hacia la urbe de la historia de la
literatura. En esa aventura, un autor es muchos, como un hombre es muchos
hombres, y la singularidad de una obra no es más que una omisión creativa –o
una ignorancia, o una apropiación—de las literaturas precedentes. En otras palabras,
si esperamos el suficiente tiempo, el destino de todo creador es ser Nadie. Formulado
en positivo, ser Nadie es formar parte de una inmortalidad anónima que la
humanidad y su larga cuenta de apropiaciones nos permite. No en vano la figura invocada
por el genio argentino es Ulises, protagonista del viaje más arduo y famoso que
ha dado la tradición literaria y cuyo eterno emblema proyecta, como ningún
otro, las dificultades de irse y regresar.
En
un año 2020 apocalíptico y de escasos viajes analógicos, en un presente de biografías narradas por las redes
sociales, en una actualidad de desencantos globales, entre la hibridación, la
desintegración y la exhibición de los sujetos, tiene sentido “formatear al
héroe”, su migración de ida y vuelta. Este propósito parece guiar el reciente
libro de Alberto Guirao (Madrid, 1989), Ulises X, Premio «València Nova»
Institutió Alfons El Magnànim (Hiperión, 2020), donde leemos una “peregrinación”
4.0 que parte de Roma, ciudad inmortal y emblemática, hasta Madrid, ciudad del
autor, para regresar a un origen épico, “banner en el que nunca clicamos”.
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